Llego a rastras sobre la hierba espesa, las raíces atadas, las espinas, sobre mí el enrejado seco, la bruma seca, sobre mí los arboles acordonados. Llego sorteando la vegetal prepotencia del árbol milenario, del mangle invasor que sobrevive, del marabú que aguarda y paraliza. Todo se teje en la negativa, todas las ramas sobre mí. Llego en silencio, arañada, herida, rocas secas, palmas secas, hojas hipócritas que cuentan sobre el placer de caer. La huida del insecto, el salto astuto de la alimaña, el vuelo de la fría mariposa. El caimán dentro de su silencio, el suelo arenoso, hambriento, indeciso . Mi vida bajo las primaveras, mi cuerpo sin saber las respuestas, las grandes respuestas. La noche, el día, otra vez la noche. Ráfagas de luz y tiempo de penumbra. Un arco que se cierra, una cúpula que gira y juega a ser y no ser .Una cúpula que se cubre y se descubre y ciertamente no sabe. Me arrastro y llego al ruedo, al espacio vacío, la blanca lasitud se extiende, sol de los peligros, de la visión total.
Sigilo del francotirador que apunta. No sucede nada. Sólo se escucha un doloroso silencio, el grito de la espera.